El primero de Junio de 2009 un Airbus A330 de la compañía francesa Air France con vuelo 447 de Río de Janeiro a París desapareció en el océano Atlántico más o menos a mil kilómetros de la costa brasileña. Lo increíble es que el A330 es un avión muy moderno, lo último en tecnología, y parecía inimaginable que algo semejante ocurriera. Y lo peor de todo es que durante mucho tiempo nadie sabía qué fue lo que pasó, porque las cajas negras se encontraban a cientos de metros de profundidad y en un lugar desconocido. Con casi mil aviones de este tipo volando por todo el mundo había que descubrir la causa del accidente por más imposible que fuera: estamos hablando de una área gigantesca y en el fondo del océano.
Millones de dólares se invirtieron en la investigación para que nosotros ahora sepamos qué fue lo que pasó aquel día. Antes de ayer, el 5 julio, después de más de 3 años de duro trabajo la BEA (la junta investigadora francesa) publicó el informe final del accidente. La causa fue bastante banal: error del piloto.
El avión estaba a más de once mil metros de altura en vuelo crucero y en condiciones de tormenta. Una humedad superior a lo normal provocó el congelamiento de los tubos del velocímetro. En dos palabras: el avión tiene tubos Pitot (2 o 3 para cada velocímetro) que al medir la presión del viento de cara calculan la velocidad de la nave. Si el tubo se tapa con hielo o con cualquier otra cosa el aire ya no puede entrar y el velocímetro indica cero. Esto es muy peligroso porque el piloto no puede determinar la velocidad real. Es lo mismo que cerrarle los ojos a una persona, ponerla enfrente de un puente angosto y decirle que cruce el río: puede que por casualidad no se caiga al agua.
El A330 tiene un sistema de seguridad que permite prevenir el exceso de parámetros de vuelo en modo automático. O sea que por más que el piloto se equivoque es imposible que el avión caiga en pérdida o que supere la velocidad máxima, por ejemplo. Pero el problema es que cuando algo falla este sistema ‘degrada’ y pasa a ser menos automático. En fin, al perder los velocímetros el sistema de seguridad ya no podía controlar y limitar la velocidad máxima y mínima, por eso Airbus elaboró un procedimiento especial que al llevarse a cabo permite mantener un margen de velocidad seguro. Pero los pilotos del AF447 por falta de entrenamiento y experiencia (al ser un vuelo largo el comandante dejó en su lugar a un segundo copiloto y se fue a descansar) cometieron una serie de errores que provocaron la perdida de velocidad y la caída.
Lo primero que nos enseñan durante los vuelos de entrenamiento es que hay que mantener la velocidad, porque sin velocidad el avión se cae. Por eso el caso del Air France 447 parece un poco absurdo. Pero te propongo verlo desde otro punto de vista. Imagínate estar volando sobre el océano a las dos de la madrugada en medio de una tormenta tropical con miles de rayos alrededor, turbulencia y granizo, y encima con alarmas sonando de todos lados. Durante los últimos cuatro minutos de vuelo saltaron 24 mensajes de alerta, ya que un solo congelamiento de los tubos Pitot provocó una cadena de fallos. La situación no era catastrófica pero fue psicológicamente muy difícil, por eso un error tan obvio como el que cometieron los pilotos del A330 parece ser hasta entendible.
Sí, la culpa la tuvieron ellos, pero detrás de ese error había bastantes cosas más: los tubos Pitot del A330 tenían ciertos defectos y no era ninguna novedad que a veces se congelaban. Es mas, días antes del accidente un A330 de Air France que iba de Río de Janeiro hacia París tuvo los mismos problemas, pero los pilotos pudieron mantener una velocidad media para continuar el vuelo. También los copilotos de Air France no entrenaban justo este tipo de situaciones en los simuladores ya que no era obligatorio. Es cierto que tampoco se permite entrar en nubes de tormentas, pero en este caso un pequeño defecto de diseño de los radares meteorológicos del avión impidió determinar que el AF447 se estaba dirigiendo justo a una de ellas. Bueno, la cadena de casualidades de siempre… una lección más. Lo importante es que nos sirva para no repetir un error objetivo pero lamentablemente bastante banal.
Millones de dólares se invirtieron en la investigación para que nosotros ahora sepamos qué fue lo que pasó aquel día. Antes de ayer, el 5 julio, después de más de 3 años de duro trabajo la BEA (la junta investigadora francesa) publicó el informe final del accidente. La causa fue bastante banal: error del piloto.
El avión estaba a más de once mil metros de altura en vuelo crucero y en condiciones de tormenta. Una humedad superior a lo normal provocó el congelamiento de los tubos del velocímetro. En dos palabras: el avión tiene tubos Pitot (2 o 3 para cada velocímetro) que al medir la presión del viento de cara calculan la velocidad de la nave. Si el tubo se tapa con hielo o con cualquier otra cosa el aire ya no puede entrar y el velocímetro indica cero. Esto es muy peligroso porque el piloto no puede determinar la velocidad real. Es lo mismo que cerrarle los ojos a una persona, ponerla enfrente de un puente angosto y decirle que cruce el río: puede que por casualidad no se caiga al agua.
El A330 tiene un sistema de seguridad que permite prevenir el exceso de parámetros de vuelo en modo automático. O sea que por más que el piloto se equivoque es imposible que el avión caiga en pérdida o que supere la velocidad máxima, por ejemplo. Pero el problema es que cuando algo falla este sistema ‘degrada’ y pasa a ser menos automático. En fin, al perder los velocímetros el sistema de seguridad ya no podía controlar y limitar la velocidad máxima y mínima, por eso Airbus elaboró un procedimiento especial que al llevarse a cabo permite mantener un margen de velocidad seguro. Pero los pilotos del AF447 por falta de entrenamiento y experiencia (al ser un vuelo largo el comandante dejó en su lugar a un segundo copiloto y se fue a descansar) cometieron una serie de errores que provocaron la perdida de velocidad y la caída.
Lo primero que nos enseñan durante los vuelos de entrenamiento es que hay que mantener la velocidad, porque sin velocidad el avión se cae. Por eso el caso del Air France 447 parece un poco absurdo. Pero te propongo verlo desde otro punto de vista. Imagínate estar volando sobre el océano a las dos de la madrugada en medio de una tormenta tropical con miles de rayos alrededor, turbulencia y granizo, y encima con alarmas sonando de todos lados. Durante los últimos cuatro minutos de vuelo saltaron 24 mensajes de alerta, ya que un solo congelamiento de los tubos Pitot provocó una cadena de fallos. La situación no era catastrófica pero fue psicológicamente muy difícil, por eso un error tan obvio como el que cometieron los pilotos del A330 parece ser hasta entendible.
Sí, la culpa la tuvieron ellos, pero detrás de ese error había bastantes cosas más: los tubos Pitot del A330 tenían ciertos defectos y no era ninguna novedad que a veces se congelaban. Es mas, días antes del accidente un A330 de Air France que iba de Río de Janeiro hacia París tuvo los mismos problemas, pero los pilotos pudieron mantener una velocidad media para continuar el vuelo. También los copilotos de Air France no entrenaban justo este tipo de situaciones en los simuladores ya que no era obligatorio. Es cierto que tampoco se permite entrar en nubes de tormentas, pero en este caso un pequeño defecto de diseño de los radares meteorológicos del avión impidió determinar que el AF447 se estaba dirigiendo justo a una de ellas. Bueno, la cadena de casualidades de siempre… una lección más. Lo importante es que nos sirva para no repetir un error objetivo pero lamentablemente bastante banal.
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