domingo, 9 de septiembre de 2012

torturas rituales del comunismo chino



“Un día, el Partido Comunista Chino reunió a todos los habitantes de una aldea en la plaza principal. Los maestros acudieron con sus alumnos. El propósito de la reunión era presenciar la ejecución de trece jóvenes. Después de dar a conocer los cargos contra las víctimas, el Partido Comunista le ordenó a una maestra horrorizada que les hiciera cantar a los niños canciones patrias. Entre tanto, en el escenario no aparecieron bailarines sino un verdugo que sostenía una cuchilla filosa en las manos. El verdugo era un soldado comunista joven, robusto, de brazos fuertes y aspecto feroz. Se ubicó detrás de la primera víctima, levantó rápidamente la cuchilla en el aire, la bajó con fuerza y cayó la primera cabeza. La sangre manaba como de una fuente, mientras la cabeza rodaba por el suelo. El canto histérico de los niños se transformó en gritos y llantos desconsolados. Con sus palmas la maestra marcaba el compás de los cánticos, tratando de que no se detuvieran. En medio del caos, yo oía sonar una campana una y otra vez. El verdugo asestó trece golpes y trece cabezas cayeron al suelo. Luego, varios soldados comunistas se acercaron, abrieron el torso de las víctimas y les extrajeron el corazón para festejar. Semejante bestialidad se llevó a cabo delante de los niños. Ellos empalidecieron y algunos comenzaron a vomitar a causa del macabro ritual del que eran testigos. La maestra los regañó por sus reacciones, y luego los hizo formar para volver a la escuela. Después de ese episodio, con frecuencia se obligaba a los niños a presenciar matanzas. Los niños se acostumbraron a las escenas sangrientas y se insensibilizaron ante los asesinatos; algunos incluso comenzaron a disfrutar de las escenas que se generaban”.



Cuando el Partido Comunista Chino sintió que las matanzas comunes no alcanzaban para despertar el horror y la excitación, inventó todo tipo de torturas crueles. Por ejemplo, obligaba a una persona a tragar una gran cantidad de sal sin beber ni una gota de agua y dejaba que la víctima sufriera hasta morir de sed; o le quitaba la ropa a un individuo y lo obligaba a rodar sobre vidrios rotos; o abría un hueco en un río congelado y arrojaba a la víctima dentro de él: la persona o moría de frío o se ahogaba. Un miembro del Partido de la provincia de Shanxi inventó una forma de tortura macabra. Un día, mientras caminaba por la ciudad, se detuvo frente a un restaurante y se quedó mirando una gran caldera que hervía. Compró varias calderas gigantes y de inmediato arrestó a opositores del Partido Comunista. Durante el acelerado juicio, se llenaron las calderas con agua hirviendo. Luego de la condena, desnudaron a tres personas y las arrojaron dentro para que murieran quemadas.

En Pingshan desollaron vivo a un hombre. Los miembros del Partido obligaron a su hijo a participar de la tortura: vio morir a su padre en medio de un dolor inconmensurable mientras oía sus gritos. Los torturadores vertieron vinagre y ácido sobre el cuerpo del padre y así toda la piel se le desprendió pronto. Comenzaron por la espalda, siguieron por los hombros y en un rato le habían quitado la piel de todo el cuerpo, salvo la de la cabeza. El hombre murió horas después.

En poco tiempo, los ataques armados violentos se extendieron por todo el país. La generación más joven, educada en la crueldad comunista, no sentía miedo ni preocupación. Bajo la conducción directa del Partido y por las órdenes de Mao, los integrantes de las Guardias Rojas, fanáticos e ignorantes, comenzaron a golpear gente y a saquear hogares en toda la nación. En muchas zonas, las “cinco clases negras” (terratenientes, granjeros ricos, reaccionarios, malos elementos y derechistas) y sus parientes fueron asesinados siguiendo una política de genocidio.



La masacre de Daxing

Un caso típico es el de la masacre de Daxing, cerca de Beijing, donde desde el 27 de agosto hasta el 1 de septiembre de 1966, murieron trescientas veinticinco personas en cuarenta y ocho brigadas de trece comunas populares. La persona más vieja asesinada tenía ochenta años y la más joven, tan sólo treinta y ocho días. Veintidós familias fueron exterminadas por completo. Golpear a una persona hasta matarla era una práctica común. En la calle Shatan, un grupo de Guardias Rojas torturó a una anciana con cadenas y cinturones de cuero hasta que no pudo moverse más; entonces una mujer de las Guardias Rojas saltó sobre su cuerpo y le pisoteó el vientre. La anciana murió en el momento. Cerca de Chongwenmeng, cuando las Guardias Rojas registraron la casa de la “mujer de un terrateniente” (una viuda solitaria), obligaron a todos los vecinos a llevar una olla de agua hirviendo, que vertieron desde el cuello de la mujer para quemarle el cuerpo. Varios días después, la hallaron muerta, con el cuerpo cubierto de gusanos. Hubo muchas formas diferentes de matar en Daxing, como azotar con una vara hasta provocar la muerte, abrir el cuerpo con una hoz o estrangular con sogas. El método para matar bebés era el más cruel de todos: el asesino se paraba sobre una pierna del bebé y tiraba de la otra hasta abrirlo en dos.

Las descargas eléctricas eran otro método habitual de tortura utilizado por el Partido Comunista Chino en los campos de trabajos forzados de China. La policía utilizaba bastones que descargaban electricidad en boca, parte superior de la cabeza, pecho, genitales, caderas, planta de los pies, pechos y pene. A veces se hacían descargas con varios bastones eléctricos a la vez, hasta que la carne despedía olor a quemado y las zonas lesionadas se ponían negras o moradas. Otras veces, se realizaban descargas sobre la cabeza y el ano al mismo tiempo. La policía solía torturar a los practicantes con diez bastones o más simultáneamente para que el castigo durara más tiempo. Descargaban hasta diez mil voltios. Durante la descarga, el artilugio emitía una luz azul junto con el sonido de la estática. Cuando la corriente se transmitía al cuerpo, la persona experimentaba el efecto de una quemadura o de una mordida de serpiente. La piel de la víctima se enrojecía y rasgaba, y las heridas se pudrían. Las descargas más fuertes hacían sentir al torturado que lo estaban golpeando con un martillo en la cabeza. Los cuerpos quedaban completamente deformados y bañados en sangre por los tormentos. Los guardias también les vertían agua con sal y les pasaban electricidad para cocerlos vivos. Además, se les cubría la cabeza con bolsas de plástico para que el miedo al ahogo los llevara a ceder a la humillación.





A las mujeres les insertaban bastones eléctricos en la vagina y efectuaban la descarga. Juntaban además cepillos de dientes de a cuatro, los insertaban en la vagina y allí los frotaban y retorcían. Hacían que las mordieran perros y serpientes, y que las picaran escorpiones. A otras les cruzaban los brazos atados por detrás de la espalda. Después les pasaban los brazos sobre la cabeza hasta el pecho, les ataban las piernas y los colgaban afuera de la ventana de la prisión. Simultáneamente, les tapaban la boca con ropa. De inmediato se rompían brazos, hombros, muñecas, codos y tendones. Las víctimas colgadas sufrían la fractura de la columna y tardaban horas o días en morir, en medio de una espantosa agonía.

La locura llegó a su clímax cuando el pueblo chino se sumó a la barbarie con alegría. En 1992, el investigador Nicholas Kristof se hizo con una serie de documentos secretos del Partido Comunista Chino, que demuestran que durante los años de la Revolución Cultural en la región de Guangxi se cometieron actos de canibalismo a gran escala.

CRIMEN RITUAL EN CHINA COMUNISTA








CANIBALISMO RITUAL EN CHINA COMUNISTA



Los documentos en cuestión sugieren que al menos 137 personas comieron carne humana a finales de los años sesenta, siempre en las ciudades y pueblos de la provincia de Guangxi. Los actos de canibalismo tuvieron lugar en lugares públicos y, con frecuencia, fueron organizados por las autoridades del Partido Comunista. Servían para que el pueblo demostrara su ardor revolucionario al devorar la carne de los enemigos de la causa roja. Los primeros casos fueron después de la ejecución por ahorcamiento de dos disidentes; uno de los guardias bajó los cuerpos, les arrancó las entrañas, las cocinó y las devoró ante todo el pueblo. Ese acto iniciaría una matanza colectiva que duraría años.
En una escuela de cocina de Guangxi, los estudiantes asesinaron a su director y profesor acusándolo de traicionar la ideología de Mao. Lo descuartizaron vivo en la cocina de la escuela y después lo cocinaron. La primera persona en llevarse a la boca un pedazo del cuerpo del director fue una chica. La joven había sido novia del hijo del que, en aquellos momentos, se estaba comiendo. “Quería dejar bien claro que no sentía ninguna simpatía por él y que era tan roja como los demás”, declaró años después.

En algunas escuelas de bachillerato, los estudiantes mataron a sus profesores y los asaron en el patio del recreo. Y en varias cantinas regentadas por el Gobierno, los cadáveres se colgaron de ganchos de carnicería, sirviéndose como plato del día a los funcionarios. La mayoría de las víctimas de los caníbales eran personas que antes de que llegara la Revolución Cultural eran adineradas: poseían propiedades o negocios. Otros eran intelectuales. Algunos pagaron con su vida y su carne el llevarse mal con un poderoso. Aunque no hubieran hecho nada, muchos rindieron cuentas por las faltas de sus parientes.

“Mire esta foto terrible del infierno. ¿En que religión clásica la humanidad ha presenciado alguna vez un cuadro tan frenético y horrible del infierno?. El libro que en mi opinión mejor representa la imagen del infierno es la “Divina comedia” de Dante. Sin embargo, después de haber utilizado su toda la imaginación en el esfuerzo, el gran poeta no fue capaz de llegar a imaginar castigos como el trabajo amargo, el rodamiento de los pesos pesados… azotes con tal frialdad. La crueldad y la brutalidad de la dictadura del proletariado superó la imaginación de la humanidad por decenas, cientos de veces… Nunca antes hubieron prácticas para la “igualdad” como en las grandes fiestas donde se consumía carne humana en público. La razón por la cual las personas en Guangxi no fueron simplemente quemadas en la hoguera no tenía nada que ver con el fracaso de la imaginación creativa o algún retraso mental por parte de los verdugos. Los caníbales simplemente no querían perderse la jugosidad de la carne”.

Una mujer fue obligada a identificar y denunciar a su esposo después de que éste hubiera sido asesinado. Su cuerpo estaba mutilado, y los caníbales ya habían acabado con la mayor parte de él. Pero aun así, lo decapitaron y, como castigo por haber amado a un contrarrevolucionario, la mujer fue obligada a dormir con la cabeza del que fuera su marido.

Una página de los documentos oficiales chinos sobre estos hechos señala:

“En una reunión multitudinaria celebrada en el Colegio de Enseñanza Secundaria de Guangxi, doce personas, mandos incluidos, fueron públicamente asesinadas. A varias se les extirpó el hígado y los órganos fueron llevados a la cafetería del gobierno del condado. Algunos funcionarios participaron. También en el condado de Shangsi, en la comuna de Siyang, el director de Asuntos Militares se trasladó al pueblo de Hexing. El y sus compañeros asesinaron a Deng Yanxiong, le extirparon el hígado, lo cocieron y se lo comieron. Animó a todo el mundo a que comiera hígados humanos, diciendo que les haría más valerosos. Al día siguiente, ordenó la ejecución de cuatro personas más, les extirpó el hígado y repartió los órganos entre dos o tres equipos de producción para mostrar la dictadura colectiva’”.

Los cuerpos fueron masacrados y destrozados, y aunque los asesinatos fueron terribles, lo que vino después fue aún peor. A tres mujeres: Lu Yu, de la comuna de Siyang; Huang Shaoping, maestra de la Escuela Elemental del Río Guangjiang; y Chen Guolian, de Hepu, en el condado de Shikang, tras ser salvajemente golpeadas, les fueron introducidos palos por la vagina y sus cuerpos fueron abandonados junto a la carretera. En la comuna de Beitong, en el condado de Pubei, diez personas ataron a Liu Zhengjian y se lo llevaron a una colina junto con su hija de diecisiete años. Lo golpearon hasta que murió y después violaron a su hija. Luego la golpearon a ella con palos hasta que murió, le extirparon el hígado y le cortaron los pechos y la vagina para devorarlos.


Miembro del Partido Comunista y devorador de carne humana

En la comuna de Naqin, en el condado de Dongxing, la gente intentó ejecutar a Zhang Yueye, pero tras dispararle seguía con vida. Así que el jefe de la Oficina Contra la Especulación le introdujo un detonador por la cavidad nasal. Con la explosión, la sangre y la carne de Zhang volaron por los aires. Y en una pelea en el condado de Qinzhou, la portavoz de una facción minoritaria, Lu Jiezhen, fue apuñalada hasta morir. Los asaltantes le bajaron las bragas y le metieron un cohete en la vagina. Lo encendieron y explotó. Luego devoraron su cadáver.

El 14 de mayo de 1968, un grupo de once personas, dirigido por los hermanos Wei, capturó a un hombre llamado Chen Guorong y lo mató con un gran cuchillo después de arrancarle el hígado. Seguidamente repartieron la carne humana con otros veinte participantes.


Un niño listo para ser devorado

El caso del Canibalismo de Guangxi fue el más extremo del siglo XX, incluso más inhumano que la masacre de Daxing. Fue un proceso que se dio en tres etapas. La primera fue la etapa inicial tras el ahorcamiento de los dos disidentes que luego fueron devorados; en esta etapa, el terror era disimulado y tenebroso.

Los registros locales documentan una escena típica: a medianoche, los asesinos ingresan en una casa a escondidas y una vez que hallan a su víctima, le abren el torso para extirparle el hígado y el corazón. Como no tienen experiencia y están asustados, por error le sacan un pulmón y tienen que volver. Una vez que cocinan el hígado y el corazón, algunos llevan licor de sus casas, otros aportan los condimentos y entonces se sientan a comer en silencio a la luz del fuego del horno.

La segunda etapa fue el punto de esplendor, cuando el terror se volvió abierto y público. En ese momento, los asesinos veteranos mostraban gran experiencia para extirpar el hígado y el corazón mientras la víctima está viva, y se lo enseñaban a otros y refinaban su técnica hasta la perfección. Por ejemplo, cuando abrían a una persona viva, lo único que necesitaban hacer era cortar el vientre en forma de cruz, subirse a la víctima (si ésta estaba atada a un árbol, los asesinos le golpeaban la parte inferior del abdomen con la rodilla), y el corazón y demás órganos salían del cuerpo. El asesino principal tenía derecho a disponer del hígado, el corazón y los genitales, mientras que los otros se repartían el resto. Esas escenas imponentes pero aterradoras, estaban adornadas con banderines y eslóganes.

La tercera etapa fue la del descontrol, cuando el canibalismo se convirtió en una práctica masiva. En el condado de Wuxuan la gente se comía entre sí, totalmente fuera de control. A menudo, las víctimas primero se “acusaban en público”, tras lo cual siempre seguía la ejecución y luego el canibalismo. No bien la persona caía al suelo, viva o muerta, la gente sacaba los cuchillos que tenía preparados, la rodeaba y le cortaba la parte del cuerpo que pudiera agarrar. En esta etapa, los ciudadanos comunes participaban del canibalismo. El huracán de la lucha de clase borró toda noción de moralidad de la mente de las masas.

El canibalismo se extendió como una plaga y la gente disfrutaba de los festines antropófagos. Cualquier parte del cuerpo humano era comestible: corazón, hígado, riñones, hombros, pies, tendones. Los cuerpos se cocinaban de muchas maneras: hervidos, al vapor, al horno, fritos, asados… La gente bebía licores y practicaba juegos de mesa mientras se comía los cuerpos. En el momento de esplendor de este movimiento, incluso la cafetería de la organización gubernamental más importante, el Comité Revolucionario del condado de Wuxuan, ofrecía platos hechos con carne humana.

No obstante, no debe creerse que esos festivales de canibalismo eran producto del descontrol de la gente. El Partido Comunista Chino era una organización totalitaria que dominaba todos y cada uno de los aspectos de la sociedad. Sin el apoyo y la manipulación del Partido, el movimiento caníbal no habría tenido lugar.

Una canción que el Partido compuso en elogio de sí mismo dice:

“La vieja sociedad convertía a los seres humanos en fantasmas, la nueva sociedad transformó a los fantasmas en seres humanos”.

Sin embargo, las matanzas y los festines caníbales demostraban que el Partido comunista podía convertir a un ser humano en un monstruo. Tras el fin de la Revolución Cultural, a los que entonces cometieron actos de canibalismo se les dieron penas menores.

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