jueves, 11 de octubre de 2012

Qué se quiere decir por una nueva Sub-Raza?



Para un teósofo que estudia razas y sub-razas existe un hecho importante, que demuestra que aquellos entre quienes comienza la nueva raza tienen ante sí una inmensa y espléndida oportunidad, pero también, de una manera incontestable, una gran responsabilidad.


Es necesario, sin duda, que comprendamos exactamente lo que esto significa y que podamos ayudar cada uno de nosotros a su completo desarrollo. En América hay también muchas razas diferentes, cuyo patriotismo -como hemos comprobado en los viejos países de Europa- empieza a manifestarse resueltamente. En no remotos días era patriotismo de Estado más bien que de país, pero gradualmente todo el mundo parece reunirse en una poderosa raza, y el hecho de que un nuevo tipo, un nuevo cuerpo está apareciendo para representar esta nueva variedad de alma influirá más que cualquiera otra cosa en la unificación del país, conforme gradualmente vayan naciendo los ejemplares de esta nueva raza.

La teoría de la evolución está ahora generalmente aceptada; pero los métodos en que se desarrolla no pueden comprenderse enteramente a menos de que también se admita la gran verdad de la reencarnación, pues hay en efecto una doble evolución: la del alma y la del cuerpo. Se me figura que no fue debido a un mero accidente el que poco después de exponer Darwin y Alfredo Russell Wallace la teoría de la evolución (habiendo conseguido, con mucha dificultad y esfuerzo, que fuera generalmente aceptada), la señora Blavatsky explicase la evolución espiritual.



Me parece que formaba parte, probablemente, de un gran plan para enseñanza del mundo el esclarecimiento de la idea física en pugna contra toda clase de oposición ortodoxa, para conquistar de un modo casual las mentes y conseguir que este elemento complementario de información, con respecto a la evolución espiritual, se mostrase al mundo para quienes estuvieran en disposición de aceptarlo.



Mucha gente se ha conformado con lo primero como parte de su bagaje mental, sin sentirse capaces todavía de alcanzar lo segundo. Opino, no obstante, que si estudiáis cuidadosamente el asunto veréis que, con respecto a la segunda parte, es necesario también establecer una teoría coherente de la vida y tener fija y clara idea del objeto del esquema total.

Uno de los hechos descubiertos por la investigación teosófica es que la evolución humana procede por medio de lo que nosotros llamamos razas y sub-razas. Cuando hablamos de Razas-Raices queremos significar gigantescas divisiones de la humanidad, tales como las razas lemuriana, atlante y aria. Cuando hablamos de sub-razas nos referimos a subdivisiones de aquellas, y también a grandes agrupaciones de hombres que a su vez están esparcidas entre las naciones y que llamamos ramas raciales. La razón particular de tratar de este asunto en el tiempo presente es que lo que llamamos en Teosofía una nueva sub-raza tiene ahora su oportunidad en el mundo; ha empezado ya a aparecer en los Estados Unidos de América.Sabemos que el alma pasa de una raza a otra que ha de ser más perfecta, en la que ha de hallarse rodeada de mejores ocasiones de progreso y que muchas pueden tener un razonable desenvolvimiento de todas las características necesarias, pero adquiriéndolas una por una. Así es que puede muy bien acontecer que un alma haya nacido en cierta raza para desarrollar el valor y después en otra para cultivar la inteligencia. Estas cualidades y muchas más debe reunir el hombre perfecto, y vemos que en muchos casos no solamente una vida sino varias de ellas pueden ser necesarias para infundir estas cualidades en la naturaleza de un hombre. No es cuestión de adquirir brillo exterior; es asunto de formar en la interna naturaleza humana cierto aspecto como, por ejemplo, el poder del amor.



Es mucho que en una corta vida sea posible cambiar por completo el carácter de un hombre para hacer, por ejemplo, un hombre generoso de un miserable tacaño. Podéis considerar, al mismo tiempo, cuántas cosas serían imposibles de hacer en una sola vida, que a su vez serían fáciles teniendo el individuo muchas vidas de larga duración ante él. El alma evoluciona tomando diferentes tipos de cuerpos; toma un cuerpo y aprende cierta lección en un sitio; desecha aquel cuerpo y marcha a alguna otra parte del mundo para tomar allí un nuevo cuerpo y aprender así nuevas lecciones.


Pero, además de esto, existe la evolución material, más generalmente conocida. Tenemos ahora, en muchos aspectos, mejores cuerpos que los que poseían los hombres de hace millares de años.


Si deseáis comprender perfectamente la historia pasada del hombre, debéis identificaros con la existencia de la humanidad por muchos millones de años. La enseñanza ortodoxa respecto a tales asuntos admite que el hombre sólo ha vivido sobre la tierra unos cuantos millares de años; pero ahora parece que dilatan dicho tiempo y se hallan dispuestos a creer que existían grandes civilizaciones ocho mil años antes de Cristo, y aun se inclinan a conceder que algo precedió a dicho tiempo.Cada una de estas razas ha tenido sus propias características.


Las grandes Razas-Raíces están relacionadas con el desenvolvimiento de los diferentes cuerpos o vehículos del hombre. Relacionado con cuanto leáis en los tratados de Etnología está el desarrollo de la raza aria y de la gran raza atlante que la precedió, pero hubo antes otra llamada lemuriana, la tercera Raza-Raíz relacionada con el desenvolvimiento del cuerpo físico. La raza atlante que la sucedió desarrolló principalmente el cuerpo astral.

La gran raza aria a que pertenecemos tiene por objeto desarrollar con preferencia el cuerpo mental, al que vosotros llamáis mente.


Cada una de estas grandes razas dominan en el mundo durante millones de años; pero se extienden de tal modo que una empieza antes de que la anterior haya terminado; así es que, aunque la raza aria se encuentra por todas partes, hay todavía muchas gentes que notoriamente pertenecen a la raza atlante y algunas pocas toda vía a la anterior. Existen grandes rasgos de sangre lemuriana entre los salvajes más atrasados.


Cada una de estas Razas-Raíces tiene siete sub-razas como partes completamente distintas de su Raza-Raíz, para realizar la obra de esta Raza y matizarla con su propia característica especial. Tomad nuestra presente raza aria que está destinada al desarrollo de la mentalidad. La cuarta sub-raza de esta quinta raza aria se relacionaba con el desenvolvimiento de la mente porque era parte de la gran raza quinta; pero se relacionaba con aquella mentalidad como si estuviera limitada por el cuerpo astral, es decir por pasiones y emociones; y por dicha razón algunos de los más maravillosos poetas y artistas del mundo florecieron en dicha sub-raza.



Todos nosotros pertenecemos a la quinta sub-raza de la quinta Raza-Raíz, y por ello estamos completando la evolución de la mentalidad. De aquí el portentoso progreso de la moderna ciencia en los últimos cien años y las tremendas revoluciones científicas que han transformado el mundo. Algunos de vosotros tenéis edad bastante para recordar que la condición del mundo en que hoy vivimos es completamente distinta de lo que era antes. En los últimos cien años han ocurrido los mayores adelantos científicos. Tal es el resultado de la obra de esta quinta Raza-Raíz dedicada especialmente a cultivar el intelecto, obra que se ha intensificado por encontrarnos en la quinta sub-raza.


La próxima sub-raza que está empezando es también una sub-raza de la gran raza aria, y por esto desenvolverá todavía la mentalidad; pero desde el punto de vista y con ayuda de la próxima facultad, la intuición. Así es que de esta nueva sub-raza podemos esperar un maravilloso desarrollo mental en diversos sentidos.

Nos hemos dedicado con asombroso éxito al análisis. La mayor parte de los descubrimientos de esta época se deben al análisis de inconcebibles menudencias. Los descubrimientos del porvenir, provendrán quizás de la síntesis y conseguiremos aspectos amplios y completos que reúnan gran número de cualidades, hasta ahora hipotéticas, para ser después completamente deslindadas.


Empezaremos a ver la razón de las cosas como un gran todo. De esta suerte cabe suponer que habrá descubrimientos maravillosos que enlacen estas diferentes modalidades de investigación y todo ello podrá ser obra especial de la sexta sub-raza a cuyo despertar asistimos. Que podamos hacer algo más que imaginarlo simplemente; que podamos ayudar con todas nuestras fuerzas al referido desarrollo es el objeto de este corto curso de cuatro conferencias.


Debo explicar un poco más al pormenor la cuestión de las razas que antes existieron, para que comprendáis la grandeza e importancia del asunto. Las tres grandes Razas-Raíces que he mencionado: la lemuriana, la atlante y la aria son las únicas de las que ahora podemos realmente conocer algo práctico. La investigación oculta ha revelado buena parte de lo referente a las razas más próximas a nosotros; pero aún no se habían definido del todo en su aspecto físico, por lo que el estudio de las mismas es más bien propio de los psicólogos que de los etnólogos.


Otro punto digno de consideración es que a largos intervalos ocurren grandes catástrofes que alteran notablemente el aspecto de la tierra. Si nos retrollevamos al período en que florecía la raza lemuriana, encontraremos que el mapa del mundo era tan diferente del actual, que no podríamos reconocer ninguno de los continentes que entonces existían.Es un lugar común entre los geólogos que toda tierra ha estado en un tiempo o en otro bajo el agua y que toda tierra que está ahora bajo el agua (llevando la investigación tan lejos como quepa) presenta rasgos de haber estado en otro tiempo sobre ella. La tierra y el agua cambian de lugar en el curso de la historia del mundo; así es que si nosotros pensamos en una época de hace millones de años, no podemos sorprendernos al considerar que el mapa del mundo no sería hoy reconocible.



En el período lemuriano tenemos una curiosa disposición: el Polo Norte de la tierra estaba entonces seco y había allí un gran continente de configuración muy parecida a la de una estrella con vastas penínsulas que del Polo Norte arrancaban en varias direcciones. Groenlandia, una de las que todavía quedan, es una de las puntas de la estrella. Ninguno de los continentes de aquel tiempo tenía la configuración de los actuales. Había una gran faja de tierra que se extendía a través del Ecuador hasta una gran distancia al sur. Esta faja comprendía la tierra sobre la cual estamos ahora, la Nueva Zelanda y gran número de islas del Pacífico. De esta manera había al sur del mundo un vasto continente de configuración semicircular para compensar la estrella existente en el norte.


La raza lemuriana era en conjunto completamente negra; todas las razas negras de ahora tienen sangre lemuriana en sus venas. Los restos más puros de aquella raza son actualmente los isleños de Andaman y los pigmeos del centro de Africa. Los aborígenes de Australia descienden de los lemurianos, pero con mezcla de otras razas más modernas. Los primitivos lemurianos no eran hermosos; no podían poner completamente rectos sus brazos y piernas por no articular bien los codos y rodillas; estaban físicamente poco evolucionados.


Eran también de pequeño cerebro, con la cabeza en forma de huevo en casi todos ellos, la parte inferior grande y las mandíbulas prominentes. Muchos, en vez de frente tenían a manera de un rollo de hueso y carne de forma semejante a un salchichón; no eran de color oscuro-moreno sino de matiz negro-azulado. Realmente una de las primeras sub-razas tuvo color azulado.


Les sucedió muy paulatinamente la próxima gran Raza-Raíz, la atlante. Entre tanto ocurrieron profundos cambios terrestres; los inmensos océanos quedaron secos y extensas áreas de tierra se convirtieron en mares. La mayor parte del continente lemuriano estaba situado en lo que ahora llamamos el océano Pacífico; el gran continente atlante ocupaba lo que en su honor se llama en la actualidad océano Atlántico.



Encontrareis extensos datos de los atlantes en el Timaeus y Kritias de Platón. Esta es la principal fuente de información respecto a ellos, aunque desde entonces se han hecho muchas investigaciones que han facilitado medios de trazar el contorno exacto del continente. Si consultáis en cualquiera biblioteca las series de sondeos profundos hechos en el mar Atlántico por el Challenger, podréis precisar el sitio en que se encontraba la isla a que Platón se refiere.


La raza atlante era completamente distinta de la lemuriana. Tenía color amarillo-rojo. Las primeras sub-razas eran todavía oscuras y no estaban bien desenvueltas, pero alguna de las últimas sub-razas poseía magníficos ejemplares de la humanidad. La tercera sub-raza, por ejemplo, llegó a gran altura de poderío y gloria. Fué una raza tan grande, que Egipto, aquel maravilloso imperio de los antiguos tiempos, constituyó en su origen una de sus colonias.



La capital de la Atlántida en aquellos remotos días fue conocida con el poético nombre de «La ciudad de las Puertas de Oro», porque su principal templo tenía una puerta de oro de renombre mundial. El Emperador ostentaba el título de «Gobernador Divino de la Puerta de Oro». Todavía aparece este nombre en los libros religiosos de China y de otros países. Aquella gente había progresado hasta muy alto grado de bienestar material.


La ciudad de las Puertas de Oro hubiera podido compararse ventajosamente con cualquiera de las ciudades que existen actualmente. El recinto intramuros contenía unos dos millones de habitantes, y contando los suburbios del exterior era tan vasta como Londres en el día.


Existen aun multitud de vestigios que nos muestran cómo eran los hombres de la raza atlante, aunque tal vez la deducción no sea rigurosamente exacta, porque todas las razas degeneran físicamente pasado el tiempo de su apogeo. Entre vosotros no quedan ahora restos de los ejemplares más hermosos de dicha raza; pero los chinos, los malayos, los tártaros y los indios rojos descienden todos, sin duda alguna, de los atlantes y dan idea de las más prominentes características de aquella Raza-Raíz. Los maorís de Nueva Zelanda son principalmente atlantes aunque tengan considerable mezcla de otra sangre.


Para cada una de estas razas había siempre un gran guía llamado el Manu, que dirigía a su pueblo y le enseñaba en igual forma que la fábula cuenta de Moisés. El método de desarrollar una nueva raza consiste en tomar algunos de los mejores cuerpos físicos que existan (los que pertenecen, naturalmente, a la antigua raza) y proceder en cierto modo por una especie de selección, haciéndoles vivir en comunidad aparte y moldearlos para formar una nueva raza.



El Manu de una Raza-Raíz combina sus vidas materiales tan cuidadosamente como un químico sus drogas y después inculca en su gente la idea de que constituyen una raza elegida y no deben, de ningún modo, contraer alianzas matrimoniales con otras razas. El Manu de nuestra raza aria tomó unos cuantos individuos de las mejores familias de la isla Atlántida hace unos setenta mil años; los estableció primeramente en la meseta central de la Arabia, pero no tuvo éxito; fue preciso hacer una nueva selección de los descendientes de la primera y al poco tiempo los condujo al Asia Central.

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