domingo, 14 de octubre de 2012

Misteriosas pinturas de Tassili..






Tassili es una gran isla de piedra en medio del Sahara. Hace varios miles de años estas piedras de Tassili comenzaron a convertirse en el mural sobre el cual aquellos hombres, que aún no conocían la civilización, plasmaron el aspecto de unos seres cuya identidad sigue siendo un misterio para nosotros.

¿Estamos seguros que estamos solos en este universo? ¿Quién y por qué nos ocultan la existencia de vida inteligente no humana?


Pocos lugares conocidos del mundo antiguo producen tanto estímulo a la imaginación. Testigo de una edad remota que ha traspasado la barrera del tiempo para expresarse como un libro escrito en la piedra, por un ser anónimo del cosmos…. El Tassili es pieza única de la arqueología más inquietante y reveladora sobre los orígenes de la civilación. Situadas a unos 1800 metros sobre el nivel del mar, en la meseta argelina de Jabbaren (que significa “Los Gigantes” en lengua Bereber), el corazón del Tassili, según los arqueólogos las pinturas están datadas entre 10.000 a 15.000 años yo personalmente creo que son mucho más antiguas. Expuestos los cabezas redondas, seres gigantes, impresionantes figuras antropomorfas, exóticos y algunos desconocidos animales, escenas de caza y domesticación… Seres de otro mundo con trajes extraños “ASTRONAUTAS” junto con escenas familiares y cotidianas. Distintas huellas de diferentes comunidades “primitivas” que usaron las paredes sagradas de piedra y el arte como vía de comunicación y de expresión hacia ellos mismos y hacia otros mundos.

En estos videos podeis ver unos fragmentos del documental “planeta encantado de J.J. Benitez”
En Tassili (Argelia), sobre las rocas saharianas, los hombres del neolítico dibujaron sorprendentes figuras humanoides que extrañamente parecen cosmonautas. ¿Por qué?Después de estudiar las regiones de Tan-Zumaitak y Tamir, el equipo de Henri Lhote se dirigió al pequeño macizo de Yabbaren. “Cuando veas Yabbaren –le había dicho su viejo camarada Brenans– te quedarás estupefacto”. Y así fue en realidad. Yabbaren que el idioma de os tuaregs significa “los gigantes” se distingue por las presuntas representaciones humanas, gigantescas y desconcertantes. “Cuando nos encontramos entre las cúpulas de areniscas que se parecen a las aldeas negras de chozas redondas – dice Lhote– no pudimos reprimir un gesto de admiración. El conjunto constituye una verdadera ciudad, con sus callejas, sus encrucijadas, sus plazas; y todas las paredes están cubiertas con pinturas de los más diversos estilos, aunque sobresalen los “dioses de cabeza redonda”, frescos de gran tamaño pintados en los tiempos prehistóricos, entre los 7.500 y 8.000 años antes de Cristo”.

 Se trataba de grabados de seres de gran estatura que aparecen representados en varias escenas junto a cazadores del neolítico. Estos últimos, frente a aquellos, eran mucho más bajos. Y aquéllos, frente a éstos, parecían estar protegidos por armazones que se antojan propios de auténticos trajes de astronauta.

Los expertos dicen que los cazadores que aparecen en las escenas presentan, al igual que los animales, un marcado carácter realista. Bajo este prisma, habría que pensar lo mismo a propósito de los peculiares humanoides, que serían en realidad tal cual los pintaron.

  Una de las figuras, de seis metros de altura fue bautizada como «el gran dios marciano». La imagen se convirtió, desde ese preciso momento, en uno de los iconos más representativos de lo que pudieron ser visitas de seres de otros mundos en el pasado. A fin de cuentas, esos grabados son algo así como libros de historia que reflejan hechos singulares a los que nuestros ancestros habían asistido, y de entre todos los hechos, aquél fue o debió ser, sin duda, el más excepcional.

  El mismo Lhote luego de observar al gran dios de seis metros de alto pintado en el techo combado de un abrigo profundo, escribió: “Hay que retroceder un tanto para verlo en conjunto. El perfil es simple, y la cabeza redonda y sin más detalles que un doble óvalo en mitad de la cara, recuerda la imagen que comúnmente nos forjamos de un ser de otro planeta”.

Los “marcianos” –prosigue– abundan en Yabbaren y hemos podido trasladar no pocos frescos espléndidos referentes a su estadía. Brenans había señalado algunos pero las mejores piezas le habían pasado por alto pues son prácticamente invisibles y para volverlas a la luz había sido menester un buen lavado de las paredes con esponja.



Entre estos descubrimientos aparece un gran fresco cuya figura central es el “dios astronauta” al que Lhote considera representante de un período algo anterior (cabezas redondas evolucionadas) al del “dios marciano” (cabezas redondas decadentes).
Sin embargo, los presuntos “cosmonautas” se repiten también en Azyefú, en Ti-n-Tazafif y en Sefar. En Ananguat, dentro de un fresco de estilos diversos se observa un extraño personaje a que con los brazos tendidos hacia delante sale de un curioso ovoide. Al respecto, Lhote ha escrito lo siguiente al describir el fresco. “Más abajo, otro hombre emerge de un ovoide con círculos concéntricos que recuerda un huevo…Toda prudencia es poca para interpretar semejante escena, ya que nos hallamos ante unos temas pictóricos sin precedentes”.

 Estas palabras del célebre explorador que rescató el patrimonio artístico de desconocidos hombres prehistóricos, señalan con exactitud los términos en que se halla planteado el enigma de muchos frescos del Tassili. Cualquier afirmación puede ser aventurada.A día de hoy no existe otra explicación para las pinturas de Tassili. Representaban a alguien, pero falta saber a quién.

 Las más recientes investigaciones inciden en lo ya señalado. Pierre Colombel, director del departamento de prehistoria del Museo del Hombre de París, es quien en la actualidad trata de resolver el enigma. Su conclusión, por el momento, es inequívoca: “Aquellos hombres de enorme estatura y cubiertos con monos y escafandras son divinidades y criaturas que para los antiguos habitantes del Sahara eran auténticos dioses”.
Tassili seguirá siendo objeto de estudio. De hecho, estas pinturas –como ya he dicho– además de poder constituir una prueba de la visita de seres de otros mundos en el pasado, los estudios han puesto al descubierto también una serie de grafías que bien pudieran representar los primeros signos pertenecientes a un antiquísimo lenguaje y escritura. De confirmarse, habría que comenzar a pensar que aquellos hombres tuvieron acceso a una serie de conocimientos que les llevaron a elaborar lo que pudo ser la primera escritura. Entonces, podríamos sopesar una fascinante posibilidad: ¿se la revelaron sus dioses con aspecto de cosmonautas?

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