Robert Fitzpatrick, lo dijo categóricamente: “El fin del mundo se producirá el 21 de mayo de 2011 mediante un poderoso terremoto que sacudirá los cimientos de la tierra”. Estaba convencido. Sus palabras denotaban seguridad. Sus gestos, resolución. Nada podía sacarlo de esa certeza. Pausado pero enfático. Creía que anunciarles a todos la tragedia que se avecinaba, era su misión, tras el retiro de la empresa de transporte público de Nueva York, para gozar de su pensión a los 60 años.
Para asegurarse de que todos se enteraran de la tragedia que se avecinaba, invirtió 140 mil dólares fijando anuncios en los vagones del metro neoyorquino y en las marquesinas de los autobuses. Eran alrededor de mil carteles apocalípticos.
El anuncio publicitario—nadie lo puede negar—era impactante. Decía: “¡Terremoto global! El mayor de todos los tiempos. Día del juicio final: 21 de mayo”. Junto a ellos la imagen de la esfera de reloj a punto de marcar las doce sobre una fotografía de un paisaje nocturno de Jerusalén y un versículo bíblico.
Este americano empezó a creer en la fatídica profecía cuando conoció al grupo cristiano evangélico Family Radio, cuyo pastor Harold Camping realiza predicciones utilizando cálculos numerológicos y asegura que quien crea en el apocalipsis y advierta de que se avecina, será salvado y llevado junto a Dios.
Ahora, Camping llegó a la conclusión de que el fin del mundo se producirá el 21 de mayo de 2011 tras estudiar la Biblia y porque, según dice, es exactamente 7 ml años después de que Noé se salvase del Diluvio Universal.
La noticia desató tanta preocupación, que infinidad de personas comenzaron a construir verdaderas fortalezas de concreto bajo sus viviendas. Incluso, los diarios difundienron anuncios sobre los bunker construidos desde el 2008 por Danila Andreyev. Sus “habitaciones del pánico” eran ofrecidas a $400 mil dólares, y ahora tiene como clientes principales a empresarios rusos. “Personalmente, yo no creo que se acerque el día del juicio final“, comentó Andreyev, de 31 años y principal accionista de la compañía constructora Spetsgeoproekt, que está terminando quince de sus unidades en ubicaciones secretas de toda Rusia.
Por su parte Northwest Shelter Systems, empresa con sede en Sandpoint, Idaho, y especializada en refugios nucleares afirmó haber recibido 60% más de consultas de posibles clientes tras las catástrofes naturales en Japón. Un incremento similar reportó The Vivos Group, empresa constructora de búnkers en California ha reportado incrementos en pedidos de refugios. El estar preparados ante cualquier catástrofe puede costar desde $25 mil por persona, según Robert Vicino, fundador de la organización. “Cada persona tiene una creencia o una percepción distinta de lo que podría depararnos el futuro“, comentó Vicino.
Entre 1650 y1660 d.C., los hombres de la quinta monarquía sostenían que Cristo vendría e instalaría una teocracia. Se armaron y trataron de ocupar Inglaterra por las armas. El movimiento falló y la monarquía fue restablecida en 1660. En 1665 en medio de una pavorosa epidemia que asolaba Inglaterra, Salomón Eccles, aseguró haber tenido una visión según la cual aquellas enfermedades eran la antesala del fin del mundo. Terminó en la cárcel por difamador. Algo similar ocurrió en el 1666 d.C., cuando Londres fue presa de la peste bubónica que dejó más de cien mil muertos a lo que se sumó un incendio que destruyó parte de la ciudad. “Es el fin del mundo”, gritaban muchos.
Cataclismo cósmico
En el año 1736 d.C. el profesor de geografía astronómica de la Universidad de Cambridge, William Whiston, anunció seriamente desde su cátedra que en la madrugada del 14 de febrero de ese año aparecería una cometa y, en tres días, este mundo ya no existirá debido al fuego, los terremotos y las matanzas. Esta increíble profecía tenía cierta credibilidad pues a la hora anunciada se dejó ver por primera vez la impresionante cola del Cometa Halley. Los bancos no abrieron sus puertas y hubo una paralización general en todo Londres. Sin embargo, las autoridades eclesiásticas en un rasgo de lucidez se negaron a abrir las puertas de la Catedral de Westminster para la ‘plegaria final’. Finalmente, pasó todo sin mayor novedad y WHISTON simplemente se disculpó diciendo que había hecho mal los cálculos, aunque le costó la cátedra.
En el año 2009 la escritora europea, Liz Jensen, lanzó al mercado su novela “La rapture” (El rapto) en el que describe las condiciones que aseguran un inminente fin del mundo. “Creo que, dado el escenario político actual, no hay esperanza de revertir el cambio climático. Hay apenas una pequeña ventana de oportunidad, pero en medio hay mucha negación: demasiada gente queriendo creer que esto no sucede. Como escritora quería hablar de este tema”, dijo.
Las historias de Jensen, nacida en Inglaterra, casada con un escritor danés (Carsten Jensen), tienen mucha acogida y sus planteamientos sobre la inminencia de un caos universal, despiertan mucha inquietud.
Sus libros tienden a orbitar sobre la pregunta de “qué pasaría si…”. Si la humanidad no es capaz de enmendar sus pasos. Si estamos condenados al exterminio auto infligido. Sus métodos son poderosos y atrayentes para un público ávido de saber qué pasara en el futuro con el planeta y con el cosmos.
Cinco escenarios reales para un inminente fin del mundo
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gencias internacionales como EF y AP difundieron el pasado 18 de abril de 2012, informes según los cuales el gobierno estadounidense y los parlamentos de muchos de los 50 estados están implantando programas de supervivencia para hipotéticos desastres de proporciones nunca antes vistas por el ser humano. Para fundamental su acción, toman como base los siguientes escenarios:
Estos son los cinco escenarios apocalípticos para los que Estados Unidos ha creado planes de actuación: el colapso económico mundial, el cambio climático de carácter irreversible, avance de experimentos científicos que van en contra de la naturaleza humana, anuncios hechos por culturas indígenas de América como los Mayas, y la guerra entre países que incluye hoy poderosos avances tecnológicos.
En el Estado de Wyoming el parlamento valora la aprobación del ‘Proyecto de Ley del Juicio Final’, en el que se establecían las acciones a implementar en caso del derrocamiento del gobierno federal y de una crisis económica de alcance mundial. Proponen la creación de una moneda, la articulación de un ejército que defienda el Estado.
Ante los cambios del clima, que no se pueden revertir, un informe de la organización Carbón Disclosure Project (CDP) señala que algunos de los principales gobiernos locales de Estados Unidos están adaptando edificios públicos, adquiriendo flotas de vehículos híbridos y empezando a prepararse para el impacto a largo plazo del cambio climático y la escasez de combustible.
Aunque está comprobado que el fin de un ciclo planteado por el Calendario Maya, que algunos consideran tendrían alcances impredecibles, no es más que asunto de interpretación y no tiene relación con el fin del mundo, hay preocupación entre los norteamericanos por el asunto.
Hay cartas como la que envió John Holdren, director de la Oficina Científica de la Casa Blanca, al Comité de Ciencia y Tecnología del Congreso de Estados Unidos en las que no hacen más que alimentar las especulaciones y proponer alternativas en caso de un cataclismo después del 21 de diciembre de 2012.
La seguridad es otra preocupación de los norteamericanos. Pese a sus avances tecnológicos, Richard Clark, asesor en política antiterrorista durante los gobiernos de Bill Clinton y George W. Bush, asegura que 900 segundos bastarían para provocar el caos en lo que ha denominado “un Pearl Harbor electrónico”.
Lo primero en dejar de funcionar serían los sistemas de defensa del Pentágono. Luego los servidores de las compañías proveedoras de conexión a internet quedarían inutilizados. A partir de ahí, el ‘ciberapocalipsis’. Las refinerías, las centrales eléctricas y las plantas químicas quedarían fuera de control.
Lo primero en dejar de funcionar serían los sistemas de defensa del Pentágono. Luego los servidores de las compañías proveedoras de conexión a internet quedarían inutilizados. A partir de ahí, el ‘ciberapocalipsis’. Las refinerías, las centrales eléctricas y las plantas químicas quedarían fuera de control.
Se sucederían las explosiones, los escapes de materiales nocivos y se dispararía el número de muertos y heridos. Pero no solo eso: los controladores aéreos perderían contacto con los aviones y las 150 mayores ciudades del país quedarían sin energía en cuestión de segundos provocando accidentes aéreos, de tráfico y choques en la red de metro. Además del costo humano, un ataque informático de estas características en Estados Unidos supondría unas “pérdidas diarias de entre 4.500 y 10.000 millones de dólares” y podría dejar sin electricidad a cerca de 50 millones de personas, según aseguran los expertos del Consejo de Relaciones Internacionales de Washington.
Por eso, el Secretario de Defensa, Leon Panetta, ya ha puesto en marcha un plan para blindar las conexiones de las infraestructuras claves para el país e impedir que cualquier organización terrorista pueda provocar el temido ‘ciber Pearl Harbor’.
¿Podemos creer anuncios específicos sobre el fin del mundo?
Ya en el año 90 de nuestra Era, Clemente—uno de los padres de la Iglesia cristiana predijo que el mundo terminaría en este año. En el año 500 d.C. teólogo católico predijo que la Segunda Venida sería estaba a las puertas, a partir de cálculos sobre las dimensiones del Arca de Noé.
Ante la proximidad del inicio de un nuevo milenio, en el año 1000 d.C., millares de personas cayeron en la paranoia a lo que siguió el cálculo de muchos sobre los mil años de la muerte del Señor Jesús. Estos dijeron que en el 1033 vendría el fin del mundo. En el año 1186 d.C. en un escrito conocido como la “Carta de Toledo” se animaba a la gente a esconderse en las cuevas y en las montañas. El mundo sería destruido y solamente uno pocos se salvarían. Nada pasó.
En el año 1499 d.C., el astrólogo alemán Johannes Stoeffer, profesor de la Universidad de Tubinga, publicó ‘Ephemerides’, anunciando que el 20 de febrero de 1524 sería el fin del mundo por la conjunción de los planetas en el signo de Piscis. Las víspera, 19 de febrero de aquel año, coincidió con una gran tormenta con una lluvia torrencial que provocó inundaciones. Cundió el pánico y la gente asaltó los barcos. Hubo naufragios y muertos por el exceso de pasaje, tras 24 horas de angustia, el 21 amaneció un esplendoroso día.
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