En torno a los años 175-172 a.C. el senado reanudó la costumbre de enviar una pareja de pretores cada año a Hispania. Los asuntos de Hispania por entonces no ocupaban un lugar preeminente entre las preocupaciones de los romanos. A finales de la década de 170 a.C. los pretores consideraban poco ventajoso el gobierno de estas provincias. De hecho en el 176 los dos pretores destinados a Hispania alegaron motivos religiosos para no tener que salir fuera de Roma. Más tarde, en el 173, tras la muerte del pretor N. Fabio Butenón cuando se dirigía a Hispania Citerior, el senado exigió a los generales que acabaran de concluir su mandato y que echaran a suertes a ver cuál de los dos se quedaba a ocupar su puesto.
La causa de esta caída de popularidad de las provincias hispanas se debe a que la principal función de los pretores enviados a España se suponía que debía ser la guerra. Sin embargo, después de los acuerdos firmados por Graco, las posibilidades de éxito disminuyeron considerablemente. De hecho, a partir del 166 la proporción de triunfos concedidos disminuyó notablemente.
Apiano cuenta cómo el pueblo de los LUSITANOS “autónomos” se sublevaron y derrotaron a dos pretores en Hispania Ulterior, probablemente en años sucesivos. Sus sucesores de 153 y 152 salieron bastante mejor librados, pero el problema fue resuelto por Ser.Sulpicio Galba. En 151-150 éste empezó sufriendo una derrota a manos de los lusitanos, pero después, tras prometerles la concesión de tierras en las que asentarse, los exterminó sistemáticamente, mandando a los supervivientes a la esclavitud. El pretexto alegado fue que los lusitanos habían roto un tratado acordado con el antecesor de Galba, M.Atilio; pero Apiano señala que unos y otros obraron de idéntica forma, y que los bárbaros imitaban el proceder de los romanos.
En el 153 los belos, una de las tribus que habían firmado el tratado de Tiberio Graco en el 178, ampliaron su capital, Segeda, obligando a la tribu vecina de los titios a unirse a ellos y a levantar una extensa muralla en torno a la nueva ciudad. El senado les ordenó detener las obras e insistió en que los segedanos debían pagar impuestos y proporcionar tropas a los romanos como se había convenido en el tratado firmado con Graco. Los segedanos respondieron que lo que se les había dicho era que no fundaran nuevas ciudades, no que no rodearan de murallas las ya existentes; y que los romanos les habían permitido dejar de pagar tributo y de suministrarles soldados. Entonces el senado envió a Fulvio Nobilior cónsul de 153 a Hispania Citerior. Las fuentes hablan de la actitud de los segedanos deseosos de negociar y de que no estaba muy clara su intención de amenazar a los romanos. Esto indica que no fueron tanto los problemas de España los que provocaron este cambio de política como las necesidades de los magistrados de Roma que esperaban tener una guerra.
Pero enviar un cónsul a España suponía modificar la política de destinar pretores y a la vez un cambio en el calendario oficial, pues la fecha se adelantó del 15 de marzo al 1 de enero. Pese a todo Nobilior no llegó hasta agosto.
Resulta extraño que el envío del cónsul fuera para solucionar una dificultad tan trivial como la de las murallas de Segeda. Lo que ocultaba detrás era el deseo de los cónsules de que las provincias hispanas les permitieran hacer una exhibición de sus aptitudes militares. Durante la primera mitad de siglo, los pretores habían utilizado su mandato en Hispania Citerior y en Hispania Ulterior de esta manera, mientras que los cónsules se habían ocupado de escenarios más prestigiosos como el Oriente griego o de regiones más próximas geográficamente a Roma; pero ni uno ni otro eran ya accesibles.
Sin embargo Fulvio Nobilior descubrió muy pronto que los celtíberos no eran sólo carne de cañón. Al ver que los romanos no estaban dispuestos a negociar, los segedanos se aliaron a una de las tribus celtíberas más poderosas, la de los arévacos, cuya base estaba en Numancia, en el valle alto del Duero. Las fuerzas combinadas de ambos pueblos frustraron primero el ataque de Nobilior contra Segeda y luego reagrupándose en la propia Numancia rechazaron el asalto a la ciudad, situada en una extensa colina sobre el Duero, rodeada de una muralla defensiva de seis metros de espesor.
Al verse obligado a retirarse, Nobilior intentó realizar otros ataques igualmente infructuosos contra algunas ciudades vecinas y lo único que consiguió fue perder su propia base de aprovisionamiento, Ocilis.
Su sucesor M. Claudio Marcelo, también cónsul, dio muestras de ser mejor soldado y mejor diplomático. Tras recuperar Ocilis logró convencer a los distintos miembros de la coalición para negociar. Cuando los caudillos de la confederación solicitaron la renovación de los tratados firmados con Graco, cuya ruptura había sido la causa de las quejas del senado, Marcelo los envió a Roma. El senado se negó a ratificar el acuerdo en los términos propuestos por Marcelo y ordenó el reclutamiento de nuevas tropas para la guerra de Hispania. Por su parte Marcelo, antes de que llegara Luculo, su sucesor, convenció a los jefes de la coalición, ahora reunidos en Numancia, de que efectuaran una rendición formal ante él, tras lo cual habría podido imponerles las condiciones que le parecieran convenientes. Dichas condiciones eran bastante suaves y Marcelo puso fin ala guerra.
Pero enviar un cónsul a España suponía modificar la política de destinar pretores y a la vez un cambio en el calendario oficial, pues la fecha se adelantó del 15 de marzo al 1 de enero. Pese a todo Nobilior no llegó hasta agosto.
Resulta extraño que el envío del cónsul fuera para solucionar una dificultad tan trivial como la de las murallas de Segeda. Lo que ocultaba detrás era el deseo de los cónsules de que las provincias hispanas les permitieran hacer una exhibición de sus aptitudes militares. Durante la primera mitad de siglo, los pretores habían utilizado su mandato en Hispania Citerior y en Hispania Ulterior de esta manera, mientras que los cónsules se habían ocupado de escenarios más prestigiosos como el Oriente griego o de regiones más próximas geográficamente a Roma; pero ni uno ni otro eran ya accesibles.
Sin embargo Fulvio Nobilior descubrió muy pronto que los celtíberos no eran sólo carne de cañón. Al ver que los romanos no estaban dispuestos a negociar, los segedanos se aliaron a una de las tribus celtíberas más poderosas, la de los arévacos, cuya base estaba en Numancia, en el valle alto del Duero. Las fuerzas combinadas de ambos pueblos frustraron primero el ataque de Nobilior contra Segeda y luego reagrupándose en la propia Numancia rechazaron el asalto a la ciudad, situada en una extensa colina sobre el Duero, rodeada de una muralla defensiva de seis metros de espesor.
Al verse obligado a retirarse, Nobilior intentó realizar otros ataques igualmente infructuosos contra algunas ciudades vecinas y lo único que consiguió fue perder su propia base de aprovisionamiento, Ocilis.
Su sucesor M. Claudio Marcelo, también cónsul, dio muestras de ser mejor soldado y mejor diplomático. Tras recuperar Ocilis logró convencer a los distintos miembros de la coalición para negociar. Cuando los caudillos de la confederación solicitaron la renovación de los tratados firmados con Graco, cuya ruptura había sido la causa de las quejas del senado, Marcelo los envió a Roma. El senado se negó a ratificar el acuerdo en los términos propuestos por Marcelo y ordenó el reclutamiento de nuevas tropas para la guerra de Hispania. Por su parte Marcelo, antes de que llegara Luculo, su sucesor, convenció a los jefes de la coalición, ahora reunidos en Numancia, de que efectuaran una rendición formal ante él, tras lo cual habría podido imponerles las condiciones que le parecieran convenientes. Dichas condiciones eran bastante suaves y Marcelo puso fin ala guerra.
En este punto parece que las guerras de Hipania habían llegado a su fin. No volvería a ser destinado a las provincias hispanas otro cónsul hasta después de la caída de Cartago y Corinto en el 146. El afortunado fue Q.Fabio Máximo Emiliano, hermano de P.Escipión Emiliano, autor de la destrucción de Cartago. El problema que se dio para que fuera elegido se dio el año anterior, cuando los lusitanos que lograron escapar de la matanza de Garba y Luculo invadieron Turdetania. Se enfrentó a ellos con cierto éxito el pretor de Hispania Ulterior, C.Vetilio, hasta que eligieron por caudillo a un tal Viriato, que alcanzaría una fama casi legendaria como caudillo de los guerrilleros durante los ocho años sucesivos. Logró librar a los lusitanos de una situación muy difícil, en la que a punto estuvieron de rendirse a Vetillo, para posteriormente aniquilar a las tropas romanas y matar al propio pretor. Apiano dice que Fabio llevó consigo un ejército de jóvenes y logró obtener algunos éxitos. Sin embargo le sucedió un pretor que se vio superado por la situación y concedió a Viriato tanta libertad que logró ponerse en contacto con los arévacos y sus aliados del norte de la meseta organizando una nueva coalición contra Roma. Los romanos decidieron enviar de nuevo a un cónsul, Fabio Máximo Serviliano, y recibió la ayuda del rey de Numidia, sin embargo fue derrotado por Viriato y tuvo que firmar un tratado, ratificado por la asamblea popular de Roma, que reconocía al caudillo lusitano como “amigo del pueblo romano”. Pero lo que parecía el fin de la guerra se vio frustrado por la política interior romana. Al hacerse la asignación de las provincias, al hermano de Serviliano, Q.Servilio Cepión, cónsul en el 140, le tocó Hispania Ulterior, y con el apoyo del senado, obligó a Viriato a romper la paz. Pero esto tampoco pudo derrotarlo en el campo de batalla, pero logró convencer a tres amigos suyos de que lo asesinaran. A raíz de su muerte, la resistencia de lusitana se vino prácticamente abajo y el sucesor de Cepión, Junio Brutto logró vencer la poca que quedaba con la promesa de entregar a los lusitanos tierras en las que asentarse. Sin embargo Brutto tuvo que permanecer varios años en su provincia para eliminar grupos de bandoleros.
Todavía con Viriato en Lusitania volvieron a surgir problemas en la provincia citerior, por individuos que lucharon en su contra pese a ser pretores de la Hispania Citerior. Ello indicaría que las actividades de Viriato no se limitaron a la Hispania Ulterior, aparte de que realizó alianzas con las tribus celtíberas. En el 143 el senado decidió enviar al cónsul Q.Metelo Macedónico. Tras algunos éxitos iniciales descubrió que los celtíberos se habían retirado a Termancia y Numancia y no fue capaz de hacer nada más de entregar el mando a su sucesor en el consulado en el 141 Q.Pompeyo.
Pompeyo estaba claramente decidido a llevar a cabo una campaña vigorosa y definitiva y, tras realizar un asalto fallido contra Numancia, intentó en el 140 pactar con otras plazas de las proximidades, y especialmente con Termancia. Tras fracasar también aquí, se volcó de nuevo sobre Numancia.Desde este momento fue cuando Numancia fue el objetivo principal de Roma en Hispania. A Pompeyo se unió un escuadrón de tropas adicionales, y un grupo de legados enviados por el senado, probablemente para supervisar los pactos firmados al término de la lucha contra los celtíberos. Esto indicaría que Pompeyo había enviado a Roma unos informes excesivamente optimistas en torno a sus progresos durante el año anterior.
El invierno del 140-139 resultó infructuoso el asedio de Numancia. Las tropas sufrieron las consecuencias de las enfermedades y de las durísimas condiciones climatológicas de la meseta norte. Pompeyo entabló negociaciones con los numantinos, a fin de sacar algún provecho de la situación. Gracias a una maniobra diplomática insistió públicamente en que los numantinos debían efectuar una rendición formal, pero en secreto contrajo con ellos diversos compromisos. Los numantinos debían además entregar a todos los prisioneros, rehenes y desertores, así como diez talentos de plata, una parte de los cuales debían ser pagados inmediatamente y el resto al cabo de cierto tiempo. Por desgracia para Pompeyo, su sucesor, M. Popilio Lenas, cónsul en el 139, llegó cuando los numantinos se presentaron a pagar el segundo plazo. Esto puso de manifiesto que lo que se estaba produciendo no era la rendición incondicional que los romanos esperaban, sino un arreglo negociado. Pompeyo sin embargo, negó que hubiera llegado a ningún acuerdo y cuando las objeciones de los numantinos se vieron corroboradas por el testimonio de algunos miembros del cuartel general de Pompeyo y del grupo de legados senatoriales, Lenas remitió la cuestión a Roma. Allí en presencia del senado, Pompeyo y los numantinos siguieron contradiciéndose mutuamente y al final el senado decidió continuar la guerra. Aunque la situación reinante en España debía de parecer ya bastante mala en el 139, aún habría de empeorar. No era mucho lo que Lenas había conseguido cuando llegó el momento de lo que relevara el cónsul de 137, c.Hostilio Mancino. Éste no sólo no logró derrotar a los numantinos, sino que fue vencido por ellos junto a todo su ejército y obligado a rendirse en unos términos que Apiano califica de igualdad. Sin embargo el senado rechazó el tratado y Mancino fue sustituído de España sucedido por L.Furio Filo.
Mientras tanto la situación de la Hispania Citerior iba escapándose cada vez más de las manos. A finales de 137, el cónsul M. Emilio Lépido llegó a la provincia. Acusó (en falso según Apiano) a los vacceos de la zona central del valle del Duero de haber suministrado pertrechos a los numantinos durante la guerra y, con la ayuda de D. Junio Brutto, que estaba en Hispania Ulterior, atacó su capital, Pallantia. El senado envió un mensaje manifestando su estupor por haber iniciado otra guerra en aquellas circunstancias y le ordenaban detenerla. Así Lépido no logró conquistar Pallantia y se le privó de su poder proconsular, además de ponérsele una multa. Su sustituto Q.Calpurni Pisón, cónsul en el 135 continuó con la política de Lépido invadiendo Lëpido, pero en el 134 las exigencias del pueblo de poner fin a la guerra hizo que el senado acordara derogar la ley que prohíbía a un solo individuo detentar el consulado más de una vez. Así P.Escipión Emiliano pudo ser elegido como cónsul, como ya lo había sido en el 147 para concluir la guerra contra Cartago. Éste era nieto adoptivo de el Africano y destructor de Cartago.
Todavía con Viriato en Lusitania volvieron a surgir problemas en la provincia citerior, por individuos que lucharon en su contra pese a ser pretores de la Hispania Citerior. Ello indicaría que las actividades de Viriato no se limitaron a la Hispania Ulterior, aparte de que realizó alianzas con las tribus celtíberas. En el 143 el senado decidió enviar al cónsul Q.Metelo Macedónico. Tras algunos éxitos iniciales descubrió que los celtíberos se habían retirado a Termancia y Numancia y no fue capaz de hacer nada más de entregar el mando a su sucesor en el consulado en el 141 Q.Pompeyo.
Pompeyo estaba claramente decidido a llevar a cabo una campaña vigorosa y definitiva y, tras realizar un asalto fallido contra Numancia, intentó en el 140 pactar con otras plazas de las proximidades, y especialmente con Termancia. Tras fracasar también aquí, se volcó de nuevo sobre Numancia.Desde este momento fue cuando Numancia fue el objetivo principal de Roma en Hispania. A Pompeyo se unió un escuadrón de tropas adicionales, y un grupo de legados enviados por el senado, probablemente para supervisar los pactos firmados al término de la lucha contra los celtíberos. Esto indicaría que Pompeyo había enviado a Roma unos informes excesivamente optimistas en torno a sus progresos durante el año anterior.
El invierno del 140-139 resultó infructuoso el asedio de Numancia. Las tropas sufrieron las consecuencias de las enfermedades y de las durísimas condiciones climatológicas de la meseta norte. Pompeyo entabló negociaciones con los numantinos, a fin de sacar algún provecho de la situación. Gracias a una maniobra diplomática insistió públicamente en que los numantinos debían efectuar una rendición formal, pero en secreto contrajo con ellos diversos compromisos. Los numantinos debían además entregar a todos los prisioneros, rehenes y desertores, así como diez talentos de plata, una parte de los cuales debían ser pagados inmediatamente y el resto al cabo de cierto tiempo. Por desgracia para Pompeyo, su sucesor, M. Popilio Lenas, cónsul en el 139, llegó cuando los numantinos se presentaron a pagar el segundo plazo. Esto puso de manifiesto que lo que se estaba produciendo no era la rendición incondicional que los romanos esperaban, sino un arreglo negociado. Pompeyo sin embargo, negó que hubiera llegado a ningún acuerdo y cuando las objeciones de los numantinos se vieron corroboradas por el testimonio de algunos miembros del cuartel general de Pompeyo y del grupo de legados senatoriales, Lenas remitió la cuestión a Roma. Allí en presencia del senado, Pompeyo y los numantinos siguieron contradiciéndose mutuamente y al final el senado decidió continuar la guerra. Aunque la situación reinante en España debía de parecer ya bastante mala en el 139, aún habría de empeorar. No era mucho lo que Lenas había conseguido cuando llegó el momento de lo que relevara el cónsul de 137, c.Hostilio Mancino. Éste no sólo no logró derrotar a los numantinos, sino que fue vencido por ellos junto a todo su ejército y obligado a rendirse en unos términos que Apiano califica de igualdad. Sin embargo el senado rechazó el tratado y Mancino fue sustituído de España sucedido por L.Furio Filo.
Mientras tanto la situación de la Hispania Citerior iba escapándose cada vez más de las manos. A finales de 137, el cónsul M. Emilio Lépido llegó a la provincia. Acusó (en falso según Apiano) a los vacceos de la zona central del valle del Duero de haber suministrado pertrechos a los numantinos durante la guerra y, con la ayuda de D. Junio Brutto, que estaba en Hispania Ulterior, atacó su capital, Pallantia. El senado envió un mensaje manifestando su estupor por haber iniciado otra guerra en aquellas circunstancias y le ordenaban detenerla. Así Lépido no logró conquistar Pallantia y se le privó de su poder proconsular, además de ponérsele una multa. Su sustituto Q.Calpurni Pisón, cónsul en el 135 continuó con la política de Lépido invadiendo Lëpido, pero en el 134 las exigencias del pueblo de poner fin a la guerra hizo que el senado acordara derogar la ley que prohíbía a un solo individuo detentar el consulado más de una vez. Así P.Escipión Emiliano pudo ser elegido como cónsul, como ya lo había sido en el 147 para concluir la guerra contra Cartago. Éste era nieto adoptivo de el Africano y destructor de Cartago.
Da la impresión de que en esta ocasión ni siguiera se presentó a las elecciones y de que probablemente fue elegido cónsul en su ausencia. No tenía edad legal ni para ser edil, pero el Pueblo Romano se exasperaba por los nulos resultados de la guerra en África y estaba ya harto de Cartago; por eso presionó para que, pasando por encima de la ley, Escipión pudiera presentarse a las elecciones al consulado en las que evidentemente arrasó.
Evidentemente Escipión había aprendido bastante de los problemas de sus predecesores. Por lo pronto se llevó consigo un ejército compuesto por voluntarios y pasó los primeros meses en su provincia estrenándoles y sometiéndolos a su disciplina. Utilizó asimismo varias unidades de caballería que le prestó el rey de Numidia.
Así con 4.000 voluntarios marchó hacia Numancia. Entre los voluntarios que le seguían había 500 familias, amigos y clientes de su gens a los que agrupó en una cohorte para que le sirviera de escolta personal. Como el lugar del campamento destinado a la sede del mando se llamaba “PRETORIO”, a esta cohorte se la denominó cohorte pretoriana, y es el antecedente directo de lo que siglo y medio más tarde se conocería como la Guardia Pretoriana.
Cuando Escipión Emiliano llegó a Numancia se encontró con un panorama desolador. Las legiones romanas no eran ni la sombra de lo que él esperaba. El ejército con el que se encontró Escipión en Hispania estaba desorganizado y desentrenado, por lo que en principio este general impuso una férrea disciplina a su ejército estableciendo una gran austeridad tanto en el régimen alimenticio como en la forma de vida. En este sentido, tal como nos transmiten las fuentes literarias antiguas, la primera medida que impuso este general romano fue la expulsión de todos los mercaderes, prostitutas, adivinos y magos que acompañaban al ejército romano en esta campaña.
Tras esto Escipión hizo saber a todos los pueblos hispanos que aquella campaña sería la definitiva y que cualquier pueblo que auxiliara a los sublevados sería exterminado. Si eso lo hubiera dicho cualquiera de los anteriores generales romanos la gente se hubiera reído, pero el que lo decía era nada más y nada menos que el hombre que había destruido Cartago hasta los cimientos, quedando todo reducido con sal. El recuerdo de Cartago y de Corinto oprimía los corazones de todo el mundo conocido y su eco llegaba claro y nítido a Hispania.
Escipión en principio no se dirige directamente contra Numancia, sino contra el territorio cercano de los vaceos con el fin de que no pudieran auxiliar a esta ciudad celtibérica. Una vez devastado este territorio e impedido el posible auxilio de los numantinos, Escisión decide empezar el sitio de Numancia, estableciendo en principio dos campamentos que luego se ampliarán a siete, en los que va a instalar a sus tropas. Estos campamentos que no eran más que simples torres de vigilancia y fortificación más tarde serán unidos entre sí. Finalmente la rodeó con un círculo de siete obras de fortificación.También Escipión decide cerrar el río Duero, único punto de contacto de la ciudad con el exterior, lo que va a perjudicar en gran medida la resistencia de los numantinos. Estos decidieron democráticamente en la asamblea luchar, posiblemente a pesar de ser conscientes de que no tenían ninguna posibilidad. .
El asedio de la ciudad celtibérica de Numancia se prolongó por un amplio espacio de tiempo. La proporción entre asediantes y asediados era claramente desfavorable para los numantinos. Se calcula que el ejército romano alcanzaría los 25.000 hombres, mientras la población asediada se calcula en unos 8.000-10.000 hombres.
Durante el cerco de la ciudad, los numantinos intentaron pedir ayuda y auxilio a la tribu vecina de los arevacos, aunque no tuvieron éxito fracasando en sus negociaciones. Además nunca dejaron de hostigar a los romanos.
La leyenda cuenta que, cuando las provisiones acumuladas se habían agotado, un héroe llamado Retógenes, al mando de un equipo de descubierta, salió de la ciudad y, consiguiendo franquear las líneas de asedio romanas, llegar hasta la población vecina de Lutia donde pidieron auxilio. 400 jóvenes se les unieron, pero Escipión Emiliano, enterado por sus espías, llegó a Lutia y los capturó amputando ambas manos. Mientras, en Numancia, las mujeres cocían pieles para alimentar a la población, pero las deficiencias sanitarias hicieron aparecer la tan temible peste que se extendió rápidamente cebándose en los extenuados defensores. Hubo gente que murió de hambre, también se dice que otra comenzó a comer cadáveres, incluso algunos hablan de que se comían a los niños y las mujeres para sobrevivir. Esta parte de la guerra duró ocho meses. La ciudad ante esta situación tomó la decisión de reunir la asamblea y votar democráticamente qué hacer, y se llegó a la conclusión de que cada uno era libre de elegir qué hacer.
Así, parte de la ciudad se rinde agotada por el hambre y las dificultades .Algunos de los habitantes de Numancia prefirieron darse muerte entre sí, antes que rendirse a los romanos y para ello hicieron una gran hoguera a la cual se arrojaban.
Por ello cuando los romanos entran en la ciudad humeante tan solo se encontraron con unos cientos de numantinos que no han querido o no han podido escapar a la derrota. De los rendidos Escipión se guardó 50 para que le acompañasen en su triunfo a Roma y al resto los vendió como esclavos. También Escipión castigó duramente a las ciudades cercanas que parecían colaboracionistas y finalmente arrasó completamente la ciudad de Numancia, sin esperar la decisión final del Senado. Una vez acabada esta campaña militar, Escipión regresó a Italia donde le fue concedido el triunfo que celebró en Roma en el año 132 a.C. La destrucción de Numancia terminó con las guerras celtibéricas, que habían supuesto unos enormes gastos para el Estado romano. Numancia que había sido arrasada permanecerá deshabitada hasta comienzos del Imperio.
El asedio de Numancia, constituye uno de los episodios más destacados de la presencia y conquista romana en el interior de la Península Ibérica. Autores como Apiano se admiran del afán de libertad de estas gentes y destacan el hecho de la importante resistencia de este pueblo sobre las legiones romanas, con unos escasos medios y posibilidades. También el historiador Floro considera que aunque Numancia era inferior respecto a su poderío en relación con ciudades como Cartago, Capua o Corintio, era equiparable a ellas por su fama y valor, ya que con escasos medios resistió sola, durante once años ante un importante ejército enviado por Roma.
Algunos han utilizado Numancia como símbolo para la gente de España y los romanos. Recordada como una batalla de admiración porque los celtíberos tenían un sentido de libertad y orgullo. Al igual que los romanos reconocían el estilo como luchaban en la guerra. No en vano, el calificativo incondicional ante el exterior 'numantino' hace referencia a quien mantiene una actitud de aislamiento y resistencia a ultranza e
Esta guerra impactó también a otros escritores como Miguel de Cervantes
En la actualidad, se conservan algunos vestigios de las construcciones, y vías de esta ciudad romana, que se sitúan en un altozano a unos kilómetros de la ciudad de Soria y que se encontraron en el año 1860. La guerra de Numancia ha sido estudiada en profundidad por el historiador Adolfo Shulten.
Esta fotografía muestra las ruinas de la ciudad, la cual fue reedifica- da sobre la celtibérica.
CONCLUSIÓN PERSONAL
El asedio de Numancia ha pasado a constituir un mito en la historia de España. De hecho al referirse a ella más bien se suele hablar de la “resistencia de Numancia” destacando así el papel de los numantinos sobre el de los romanos.
Es cierto que la ciudad de Numancia destaca por encima de la actuación de otras ciudades de Hispania en su resistencia al asalto de los romanos, pero no es menos cierto que en aquellos momentos la situación organizativa de Roma respecto a las provincias de Hispania no era la más apropiada.
Se habían vivido momentos de descoordinación entre las provincias Hispanas y la propia Roma y como se puede ver con Pompeyo las noticias llegaban algo “retocadas” o falseadas respecto a lo que ocurría realmente. Esto dificultó durante un tiempo la respuesta efectiva del senado con anterioridad.
Pero realmente, el nacimiento del mito de la resistencia de Numancia nace con le llegada de Escipión, ocho años después del primer ataque de Roma sobre ésta. Llegados a este punto creo que sí fue un acontecimiento a destacar el asedio de Numancia, pero no tanto por el tiempo que los numantinos se mantuvieron firmes en la resistencia, sino por lo que significó para Roma esta victoria. Es decir, creo que lo importante no es tanto el desarrollo de la batalla en sí, sino las consecuencias de ésta, ya que a partir de ese momento Roma consiguió organizar el establecimiento definitivo de los romanos en Hispania y dieron comienzo las estructuras provinciales del imperio ya plenamente desarrolladas.
Por otro lado me gustaría replantear la hipótesis que defiende cierta historiografía resaltando el caso de Numancia como el símbolo de la fuerza de España contra los invasores. Se llega a decir que ya allí se mostraba el sentimiento de la nación española, y por tanto se enlaza el concepto que hoy se tiene de nación con la idea por la que luchaban los numantinos en el año 134 a.C. Sin duda este aspecto del mito es el que más absurdo me parece, pues de ninguna manera los numantinos en esos momento sintieron ese carácter de nación española ni de defensa de la patria. Por aquél entonces el concepto de España ni tan siquiera existía, y mucho menos su idea de unidad por la defensa de la esencia de la nación. Hay que estudiar cada acontecimiento en su contexto histórico y en este aspecto Numancia ante el ataque de los romanos tan sólo trató de defenderse así mismo, como ciudad, para evitar someterse a la jurisdicción de Roma y tener que pagar impuestos. No consideraban tener nada en común con sus tribus vecinas más allá del mutuo odio y miedo a Roma por el sometimiento ésta les podía ejercer. Por tanto las relaciones que establecen son siempre con un fin defensivo, pero no comparten la idea de pertenecer a una misma nación, término que por otro lado es totalmente anacrónico para esta época, y por supuesto al luchar jamás pensaron que estaban defendiendo España, la cual ni si quiera existía
Evidentemente Escipión había aprendido bastante de los problemas de sus predecesores. Por lo pronto se llevó consigo un ejército compuesto por voluntarios y pasó los primeros meses en su provincia estrenándoles y sometiéndolos a su disciplina. Utilizó asimismo varias unidades de caballería que le prestó el rey de Numidia.
Así con 4.000 voluntarios marchó hacia Numancia. Entre los voluntarios que le seguían había 500 familias, amigos y clientes de su gens a los que agrupó en una cohorte para que le sirviera de escolta personal. Como el lugar del campamento destinado a la sede del mando se llamaba “PRETORIO”, a esta cohorte se la denominó cohorte pretoriana, y es el antecedente directo de lo que siglo y medio más tarde se conocería como la Guardia Pretoriana.
Cuando Escipión Emiliano llegó a Numancia se encontró con un panorama desolador. Las legiones romanas no eran ni la sombra de lo que él esperaba. El ejército con el que se encontró Escipión en Hispania estaba desorganizado y desentrenado, por lo que en principio este general impuso una férrea disciplina a su ejército estableciendo una gran austeridad tanto en el régimen alimenticio como en la forma de vida. En este sentido, tal como nos transmiten las fuentes literarias antiguas, la primera medida que impuso este general romano fue la expulsión de todos los mercaderes, prostitutas, adivinos y magos que acompañaban al ejército romano en esta campaña.
Tras esto Escipión hizo saber a todos los pueblos hispanos que aquella campaña sería la definitiva y que cualquier pueblo que auxiliara a los sublevados sería exterminado. Si eso lo hubiera dicho cualquiera de los anteriores generales romanos la gente se hubiera reído, pero el que lo decía era nada más y nada menos que el hombre que había destruido Cartago hasta los cimientos, quedando todo reducido con sal. El recuerdo de Cartago y de Corinto oprimía los corazones de todo el mundo conocido y su eco llegaba claro y nítido a Hispania.
Escipión en principio no se dirige directamente contra Numancia, sino contra el territorio cercano de los vaceos con el fin de que no pudieran auxiliar a esta ciudad celtibérica. Una vez devastado este territorio e impedido el posible auxilio de los numantinos, Escisión decide empezar el sitio de Numancia, estableciendo en principio dos campamentos que luego se ampliarán a siete, en los que va a instalar a sus tropas. Estos campamentos que no eran más que simples torres de vigilancia y fortificación más tarde serán unidos entre sí. Finalmente la rodeó con un círculo de siete obras de fortificación.También Escipión decide cerrar el río Duero, único punto de contacto de la ciudad con el exterior, lo que va a perjudicar en gran medida la resistencia de los numantinos. Estos decidieron democráticamente en la asamblea luchar, posiblemente a pesar de ser conscientes de que no tenían ninguna posibilidad. .
El asedio de la ciudad celtibérica de Numancia se prolongó por un amplio espacio de tiempo. La proporción entre asediantes y asediados era claramente desfavorable para los numantinos. Se calcula que el ejército romano alcanzaría los 25.000 hombres, mientras la población asediada se calcula en unos 8.000-10.000 hombres.
Durante el cerco de la ciudad, los numantinos intentaron pedir ayuda y auxilio a la tribu vecina de los arevacos, aunque no tuvieron éxito fracasando en sus negociaciones. Además nunca dejaron de hostigar a los romanos.
La leyenda cuenta que, cuando las provisiones acumuladas se habían agotado, un héroe llamado Retógenes, al mando de un equipo de descubierta, salió de la ciudad y, consiguiendo franquear las líneas de asedio romanas, llegar hasta la población vecina de Lutia donde pidieron auxilio. 400 jóvenes se les unieron, pero Escipión Emiliano, enterado por sus espías, llegó a Lutia y los capturó amputando ambas manos. Mientras, en Numancia, las mujeres cocían pieles para alimentar a la población, pero las deficiencias sanitarias hicieron aparecer la tan temible peste que se extendió rápidamente cebándose en los extenuados defensores. Hubo gente que murió de hambre, también se dice que otra comenzó a comer cadáveres, incluso algunos hablan de que se comían a los niños y las mujeres para sobrevivir. Esta parte de la guerra duró ocho meses. La ciudad ante esta situación tomó la decisión de reunir la asamblea y votar democráticamente qué hacer, y se llegó a la conclusión de que cada uno era libre de elegir qué hacer.
Así, parte de la ciudad se rinde agotada por el hambre y las dificultades .Algunos de los habitantes de Numancia prefirieron darse muerte entre sí, antes que rendirse a los romanos y para ello hicieron una gran hoguera a la cual se arrojaban.
Por ello cuando los romanos entran en la ciudad humeante tan solo se encontraron con unos cientos de numantinos que no han querido o no han podido escapar a la derrota. De los rendidos Escipión se guardó 50 para que le acompañasen en su triunfo a Roma y al resto los vendió como esclavos. También Escipión castigó duramente a las ciudades cercanas que parecían colaboracionistas y finalmente arrasó completamente la ciudad de Numancia, sin esperar la decisión final del Senado. Una vez acabada esta campaña militar, Escipión regresó a Italia donde le fue concedido el triunfo que celebró en Roma en el año 132 a.C. La destrucción de Numancia terminó con las guerras celtibéricas, que habían supuesto unos enormes gastos para el Estado romano. Numancia que había sido arrasada permanecerá deshabitada hasta comienzos del Imperio.
El asedio de Numancia, constituye uno de los episodios más destacados de la presencia y conquista romana en el interior de la Península Ibérica. Autores como Apiano se admiran del afán de libertad de estas gentes y destacan el hecho de la importante resistencia de este pueblo sobre las legiones romanas, con unos escasos medios y posibilidades. También el historiador Floro considera que aunque Numancia era inferior respecto a su poderío en relación con ciudades como Cartago, Capua o Corintio, era equiparable a ellas por su fama y valor, ya que con escasos medios resistió sola, durante once años ante un importante ejército enviado por Roma.
Algunos han utilizado Numancia como símbolo para la gente de España y los romanos. Recordada como una batalla de admiración porque los celtíberos tenían un sentido de libertad y orgullo. Al igual que los romanos reconocían el estilo como luchaban en la guerra. No en vano, el calificativo incondicional ante el exterior 'numantino' hace referencia a quien mantiene una actitud de aislamiento y resistencia a ultranza e
Esta guerra impactó también a otros escritores como Miguel de Cervantes
En la actualidad, se conservan algunos vestigios de las construcciones, y vías de esta ciudad romana, que se sitúan en un altozano a unos kilómetros de la ciudad de Soria y que se encontraron en el año 1860. La guerra de Numancia ha sido estudiada en profundidad por el historiador Adolfo Shulten.
Esta fotografía muestra las ruinas de la ciudad, la cual fue reedifica- da sobre la celtibérica.
CONCLUSIÓN PERSONAL
El asedio de Numancia ha pasado a constituir un mito en la historia de España. De hecho al referirse a ella más bien se suele hablar de la “resistencia de Numancia” destacando así el papel de los numantinos sobre el de los romanos.
Es cierto que la ciudad de Numancia destaca por encima de la actuación de otras ciudades de Hispania en su resistencia al asalto de los romanos, pero no es menos cierto que en aquellos momentos la situación organizativa de Roma respecto a las provincias de Hispania no era la más apropiada.
Se habían vivido momentos de descoordinación entre las provincias Hispanas y la propia Roma y como se puede ver con Pompeyo las noticias llegaban algo “retocadas” o falseadas respecto a lo que ocurría realmente. Esto dificultó durante un tiempo la respuesta efectiva del senado con anterioridad.
Pero realmente, el nacimiento del mito de la resistencia de Numancia nace con le llegada de Escipión, ocho años después del primer ataque de Roma sobre ésta. Llegados a este punto creo que sí fue un acontecimiento a destacar el asedio de Numancia, pero no tanto por el tiempo que los numantinos se mantuvieron firmes en la resistencia, sino por lo que significó para Roma esta victoria. Es decir, creo que lo importante no es tanto el desarrollo de la batalla en sí, sino las consecuencias de ésta, ya que a partir de ese momento Roma consiguió organizar el establecimiento definitivo de los romanos en Hispania y dieron comienzo las estructuras provinciales del imperio ya plenamente desarrolladas.
Por otro lado me gustaría replantear la hipótesis que defiende cierta historiografía resaltando el caso de Numancia como el símbolo de la fuerza de España contra los invasores. Se llega a decir que ya allí se mostraba el sentimiento de la nación española, y por tanto se enlaza el concepto que hoy se tiene de nación con la idea por la que luchaban los numantinos en el año 134 a.C. Sin duda este aspecto del mito es el que más absurdo me parece, pues de ninguna manera los numantinos en esos momento sintieron ese carácter de nación española ni de defensa de la patria. Por aquél entonces el concepto de España ni tan siquiera existía, y mucho menos su idea de unidad por la defensa de la esencia de la nación. Hay que estudiar cada acontecimiento en su contexto histórico y en este aspecto Numancia ante el ataque de los romanos tan sólo trató de defenderse así mismo, como ciudad, para evitar someterse a la jurisdicción de Roma y tener que pagar impuestos. No consideraban tener nada en común con sus tribus vecinas más allá del mutuo odio y miedo a Roma por el sometimiento ésta les podía ejercer. Por tanto las relaciones que establecen son siempre con un fin defensivo, pero no comparten la idea de pertenecer a una misma nación, término que por otro lado es totalmente anacrónico para esta época, y por supuesto al luchar jamás pensaron que estaban defendiendo España, la cual ni si quiera existía
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