Militares denuncian que se falsearon varias pruebas en el ‘caso Cougar’
El perfil de vuelo de riesgo, la baja altura, la gran velocidad y el fuerte viento fueron las causas principales que hicieron que el 16 de agosto de hace ya prácticamente siete años se precipitara al suelo afgano un helicóptero Cougar del Ejército de Tierra. Resultado: 17 militares muertos. Uno de los accidentes más duros en la historia militar española.Esa, al menos, fue y ha venido siendo la versión oficial que desde ese día se manejó y que el propio José Bono, en esas fechas ministro de Defensa, dio como válida. Se descartaba el ataque exterior. “El aparato sufrió un accidente impactando en el terreno”, reiteró Bono en 2010 ante el Juzgado Togado Militar basándose en las conclusiones del informe realizado por la Comisión Técnica de Investigación creada tras el accidente y sin aclarar la verdadera causa. Caso cerrado.un importante número de fotografías (algunas de ellas desconocidas) que pueden dilapidar el argumento esgrimido desde 2005. Técnicos militares en helicópteros y expertos aeronáuticos han asegurado a este periódico que en función de las imágenes la versión de la alta velocidad como una de las causas del accidente queda descartada. Siempre se habló de que el Cougar volaba a una velocidad cercana a la de crucero (alrededor de 120 nudos) y el sumario constató que los dos anemómetros (los aparatos que indican la velocidad) presentaban una diferencia de 30 nudos, algo imposible de creer, especialmente si tenemos en cuenta que no existe ninguna imagen del indicador del comandante. Pues bien, en una de las fotografías correspondiente al panel de control izquierdo del helicóptero estrellado, el indicador de velocidad marca entre 60 y 80 nudos, por lo que es imposible que fuera en vuelo de crucero, ya que la explosión dejó la aguja en la posición a la que volaba en ese momento antes del golpe definitivo.
La hipótesis, convertida en dogma, de la alta velocidad queda descartada, según apuntan las mismas fuentes, además por varias razones; entre ellas, que la longitud de la mancha dejada por el aparato en el suelo era extremadamente ancha para ir tan rápido y que la forma de abanico no coincide con la típica huella dejada por un aparato de 7,5 toneladas a alta velocidad; que los restos estaban muy juntos y algunos prácticamente intactos, lo que contradice la versión oficial. “A alta velocidad el aparato quedaría prácticamente desintegrado; además es muy raro que por un impacto en el suelo un helicóptero pueda arder”.
La conclusión es que el Cougar iría a baja altura y a escasa velocidad, lo que facilitó las cosas para un ataque directo exterior. “El helicóptero sufrió un impacto en la parte trasera, posiblemente por detrás de la posición de los tiradores y por abajo, se precipitó lentamente al suelo, rebotó y una vez de nuevo en el aire explotó como un globo, hacia los lados. Manteniéndose como un paquete la transmisión y los motores, situados en el techo”.
Hubo disparos previos al estallido final
Una de las fotografías revela que se disparó desde el helicóptero antes de que este explotase. El casquillo localizado es un 7,62x51 y había cuatro armas en el interior que pudieron dispararla: las dos MG de los tiradores, la MG del pelotón y el rifle del tirador. Lo cierto es que, según consta en escrito del teniente coronel jefe, toda la munición encontrada se destruyó, tanto las vainas como los cartuchos completos, debido al peligro latente. ¿Qué peligro podían tener los casquillos? La acusación argumenta destrucción de pruebas. Según las declaraciones, se produjeron dos disparos desde el segundo helicóptero, pero la vaina localizada en la imagen se encontraba en el lugar del impacto del aparato siniestrado. Además, la munición destruida no coincide con el escaso número de disparos escuchados, fue mucho mayor, lo que indicaría la intensidad del tiroteo. Los documentos que Félix Sanz envió a José Bono no aclaraban la incógnita de los disparos ni de la munición localizada.
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